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El Papa Francisco escribe en su encíclica Laudato Si´

II. La cuestión del agua

Otros indicadores de la situación actual tie­nen que ver con el agotamiento de los recursos
naturales. Conocemos bien la imposibilidad de sostener el actual nivel de consumo de los paí­ses más desarrollados y de los sectores más ricos de las sociedades, donde el hábito de gastar y ti­rar alcanza niveles inauditos. Ya se han rebasado ciertos límites máximos de explotación del pla­neta, sin que hayamos resuelto el problema de la pobreza.
Imagen de África y Argentina:

28. El agua potable y limpia representa una cuestión de primera importancia, porque es in­dispensable para la vida humana y para sustentar los ecosistemas terrestres y acuáticos. Las fuen­tes de agua dulce abastecen a sectores sanitarios, agropecuarios e industriales. La provisión de agua permaneció relativamente constante durante mu­cho tiempo, pero ahora en muchos lugares la de­manda supera a la oferta sostenible, con graves consecuencias a corto y largo término. Grandes ciudades que dependen de un importante nivel de almacenamiento de agua, sufren períodos de dis­minución del recurso, que en los momentos crí­ticos no se administra siempre con una adecuada gobernanza y con imparcialidad. La pobreza del agua social se da especialmente en África, donde grandes sectores de la población no acceden al agua potable segura, o padecen sequías que di­ficultan la producción de alimentos. En algunos países hay regiones con abundante agua y al mis­mo tiempo otras que padecen grave escasez.

29. Un problema particularmente serio es el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes todos los días. En­tre los pobres son frecuentes enfermedades rela­cionadas con el agua, incluidas las causadas por microorganismos y por sustancias químicas. La diarrea y el cólera, que se relacionan con servi­cios higiénicos y provisión de agua inadecuados, son un factor significativo de sufrimiento y de mortalidad infantil. Las aguas subterráneas en muchos lugares están amenazadas por la conta­minación que producen algunas actividades ex­tractivas, agrícolas e industriales, sobre todo en países donde no hay una reglamentación y con­troles suficientes. No pensemos solamente en los vertidos de las fábricas. Los detergentes y pro­ductos químicos que utiliza la población en mu­chos lugares del mundo siguen derramándose en ríos, lagos y mares.

30. Mientras se deteriora constantemente la calidad del agua disponible, en algunos lugares avanza la tendencia a privatizar este recurso es­caso, convertido en mercancía que se regula por las leyes del mercado. En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamen­tal y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos. Este mundo tiene una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua potable, porque eso es negarles el de­recho a la vida radicado en su dignidad inalienable. Esa deuda se salda en parte con más aportes econó­micos para proveer de agua limpia y saneamiento a los pueblos más pobres. Pero se advierte un derroche de agua no sólo en países desarrolla­dos, sino también en aquellos menos desarrolla­dos que poseen grandes reservas. Esto muestra que el problema del agua es en parte una cuestión educativa y cultural, porque no hay conciencia de la gravedad de estas conductas en un contexto de gran inequidad.

31. Una mayor escasez de agua provocará el aumento del costo de los alimentos y de distin­tos productos que dependen de su uso. Algunos estudios han alertado sobre la posibilidad de su­frir una escasez aguda de agua dentro de pocas décadas si no se actúa con urgencia. Los impac­tos ambientales podrían afectar a miles de millo­nes de personas, pero es previsible que el control del agua por parte de grandes empresas mundia­les se convierta en una de las principales fuentes de conflictos de este siglo.

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